sucede que a veces el clima es como los sentimientos, se mezclan se ciclan y reciclan, rechinan, se esconden, apabullan, tormentas y días de sol tímido, graznidos y granizo, vómitos y convulsiones, placeres huracanados.
Es de día esta misma noche.
Sucede que a veces hay excepciones. Que nos hacen ver excepcionales.
Cartas barajadas,
escrúpulos que se rompen o no, preferencias encubiertas, nuevas mezclas buscando la misma combinación de
cartas.
(y también quienes fingen no serlo)
El amor no se cuestiona. Simplemente pasa. Pero a su paso lleva muchas cuestiones a su encrucijada.
Vida y muerte en el dado de Cupido.

Eris o Erides, diosa de la Discordia, molesta por no haber sido invitada a las bodas de Peleo,
a la que habían sido convidados todos los dioses,
urdió un modo de vengarse sembrándose entre entre los invitados:
se presentó en el sitio donde estaba teniendo lugar el banquete,
y arrojó sobre la mesa una manzana de oro,
que habría de ser para la más hermosa de las damas presentes.
Tres diosas, Atenea, Afrodita y Hera, se disputaron la manzana produciéndose una gran confusión y disputa, que hubo de intervenir el padre de todos los dioses, Zeus.
Zeus decidió encomendar la elección a un joven mortal llamado Paris, que era hijo del rey de Troya. Hermes fue enviado a buscarlo
con el encargo del Juicio
que se le pedía; localizó al príncipe-pastor y le mostró la manzana de la que tendría que hacer entrega a la diosa que considerara más hermosa.
Precisamente por eso lo había elegido Zeus; por haber vivido alejado y separado del mundo y de las pasiones humanas.
Así, se esperaba de él que
su juicio
fuera absolutamente imparcial.