martes, 14 de abril de 2009

triste canción de amor

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El amor es una llave. Cierra y abre puertas.

Todos estamos conectados, pero para que un mundo se abra otro tiene que cerrarse, y a veces al cerrar una puerta se abren siete puertas más. Con el girar de la misma llave.

El amor es una condena. No se puede elegir entre ric@s o pobres, lind@s o fe@s, ángeles o demonios, simplemente sucede. Y cuando sucede se abre ante ti todo un mundo por descubrir.

… que esa chica no te conviene, qué va a decir la gente, es una prostituta, es cualquiera, no te sabe valorar, esa chica es el Diablo.

Y aunque se argumente y contrargumente, aunque se tomen medidas y se impongan actos de fe, desde el otro lado de los miedos se seguirá sintiendo un latir. Un goteo incesante, una magia escondida. ¡Hasta exagerar o desesperar!

El amor es una llave que abre el Tiempo, y puede dividirlo a veces en épocas, temporales y ciclos. Siempre es el momento, aunque se pueda escapar como un tren o volverse una bala clavada en el centro de un corazón hecho astillas.

El amor es un destino. Que exige traicionar los destinos comunes, de pobre o rico, hombre o mujer, cliente o marido, la puta o la santa. El amor nos hace únicos.

Y detrás del tiempo la libertad…

Gozar del cuerpo es encontrar el cuerpo. Somos nuestro cuerpo como no podemos serlo cuando simplemente caminamos o hablamos. Somos amor, lujuria, pasión. Transformación de afectos, del polo negativo al positivo y viceversa. De dormidos a despiertos, aunque sigamos soñando. Naturaleza habla a través de nosotros. Sus pensamientos son materia viva y su olvido es eterno. En cada paja un homenaje, muestra de adoración, solitaria o compartida. Representada. Actual y pasajera, y a la vez eterna.

Aprendemos a masturbarnos con las manos de mamá, que nos hizo conocer nuestro cuerpo. Y luego… si sabemos masturbarnos tendremos el control total del desorden que entra en el cuerpo cada vez que el cuerpo es invadido por sensaciones, fluidos, señales.

Masturbar es también manipular. Es ser otro en uno mismo, controlar, dominar, delimitar en tiempo y forma nuestra forma. Mirarnos al espejo para no desfallecer… hasta desfallecer. Buscar el punto de fuga, detrás de las pupilas…

Los caprichos trazan un contorno, una forma, un territorio. Un ritmo. Que cambia junto a las modulaciones del territorio sometido a la meteorología de los estados de ánimo. Los lugares que se dan y que se quitan se organizan en sonidos, berrinches, tonos de guerra y de alianzas. Canciones secretas. Arriba abajo, al costado y al otro costado, en profundidad y superficie, en cada gesto una faceta… nos palpamos, nos medimos. Hasta que llegamos a un límite…

¡Cae el telón!

¿Hay alguien del otro lado? Se sienten los dedos como lluvia, la saliva como un grito, el aire es sangre que fluye. Somos la luna y el sol. Nos vemos con los ojos cerrados.

Nos olemos y dejamos que nuestra fantasía se proyecte. En las paredes cerradas de nuestros cuerpos unidos. Abrazados en fuego y agua.

Se encienden luces de colores:

Yo sé como sos vos –dice una actriz en primer plano-: vos sos así y asá.

El horóscopo esconde las señales del presente, los cambios del destino. Los filósofos discuten sobre el ser mientras se hamacan en una cuerda floja, sobre un abismo que puede hacer que se acabe la función. La muerte vende números para un sorteo a beneficio de los niños por venir.

Hay una navaja suspendida en el aire. Detrás está la luna. No se sabe si quien la tiene es un mono o un sacerdote vestido de mono. La navaja se clava en el estómago de alguien. Saltan litros de sangre. Sin embargo parece un parto…

El orgasmo no necesariamente es la eyaculación, pero sí que la eyaculación puede ser orgásmica. Cuando la pared se derriba, y dos personas se encuentran en un sueño, el orgasmo se hace cósmico.

Para que se abra un mundo tenemos que ser libres. Para ser libres hace falta un sueño compartido. Cuando un mundo se abre otros mundos deben cerrarse…

Para alcanzar nuestro sueño viajamos a través de los sueños de otros, reflejados, en paredes cerradas, en masturbaciones compartidas, en palabras de las que el viento se lleva la voz. Para alcanzar un sueño hay que ser valiente, quemar las naves, enderezar el tiempo, construir el laberinto, atravesar…

El túnel. Los tiempos. La luz apagada.

Para alcanzar un sueño hay que alimentarse de los sueños ajenos. Encerrarlos. Manipularlos. Cortarlos en pedacitos, examinarlos detenidamente. Comprobar su autenticidad. Hasta que sea el momento preciso… de atravesar el límite: y devorarlos. Pedazo a pedazo. Hasta hacer con ellos un nuevo cuerpo, más flexible y cuidadoso. Más sutil. Más permeable a las ondulaciones de los vientos que nos libren de nosotros mismos, de nuestros moldes y modelos, y puedan finalmente hacernos volar en las alas de un sueño propio, nuevo y eterno, compartido, que sea capaz de pasar por sobre la muralla de los miedos amontonados, encajados ladrillo a ladrillo, en el culo de nuestra cultura y de nuestra realidad: actual.

Un puñal de obsidiana. Hundido en la piedra. Una llave. Chorreando sangre.

De Uno se hacen dos. Diferentes. Y sólo entonces el amor existe. En sincronía. Como sueños que se conectan y viven a la vez, entre las modulaciones orgásmicas de la naturaleza y sus señales materiales.

Un amor que rueda como un dado en la noche de los tiempos. Un cadáver exquisito.