domingo, 28 de febrero de 2010

Salva Satanás

Bajo la égida de la fe (+) se justifica lo injustificable. La vida es injustificable, no nacimos para la gran tarea de salvar a un mundo agujereado, con dolores y enfermedades, penurias, tristezas y muerte, para redimirlo de su costado malvado, no es nuestro deber responder a kien no nos conoce ni kiere conocernos. No es un deber responder a kien nos ordena bajo un orden ke internamente nos desordena.
Nos ordena la sordera.
El mandato no es una información. Es un acto por el ke las palabras trascienden las propias palabras.
El mandato in-forma, en otro sentido ke la información, en un sentido actual y a la vez trascendete (el nombre trasciende a la cosa). El mandato es temporal, inyecta tiempo en el tiempo; desde que se te da una orden hay un tiempo para ke la cumplas, es ahora o nunca (en tiempo continuo no existiría ningún ahora). Podés poner excusas y hasta prerrogarla in infinitum pero no podés ignorarla. Es un nudo en el presente y en el pensamiento.
El mandato comunica; es relación unilateral ke puede revertirse. Es fe compartida.

Un mandato nos ordena (externamente) pero sólo cuando ya estamos ordenados de acuerdo a ese mandato -cuando un lugar nos espera en ese orden, en esa ciudad, en ese idioma-. De otra forma, nos desordenaría -expropiar-. Y nuestra capacidad de soportar el desorden es tan limitada como la responsabilidad ke gozamos de otro ke "debe" hacerse cargo. Oír es obedecer y mandar lograr ke nos escuchen. Nos respondemos de acuerdo a un mismo patrón de medida.

Lo propio se hace propio en un orden ke nos apropia, para tal orden lo ajeno es impropio (de dueño ilegítimo) y se puede expropiar tanto como sea distinta esa fe pagana (impropia a un Dios único).

Nuestra responsabilidad está limitada por nuestra imagen y semejanza.

¿Por ké nos gustan kienes nos gustan?
¿Por ké nos excitamos?

¿Qué pasa si nos gusta lo ke no debe gustarnos?

El mandato es relación ke puede interrelacionarse. Trasgredir es sostener el código ke se trasgrede. Nacimos a una fe y negarla no significa cambiarla.

A través de un mandato nos ordenamos a un orden colectivo. Es nuestra forma de integrarnos, nuestra referencia, el permiso ke tiene nuestra piel...
Hay mandatos y ordenanzas; "tenés ke cogértelas a todas", "los hombres no lloran", "las mujeres son putas o santas", "el ke no llora no mama", "tenés ke tener".
El mandato es un intento de cifrar nuestra felicidad.

La vida no nos costó nada. Simplemente aparecimos acá y lo obvio es pensar ke el mundo empezó con nosotros. El mandato nos viene desde afuera y si lo desoímos nos da la sensación de permanecer afuera; sin tiempo ni muerte: sin vos ni yo.
La vida es injustificable y son injustos los dolores, las muertes prematuras, las injusticias. Nadie nos manda obedecer por mucho Dios ke kerramos ver detrás. Nadie nos garantiza ke si obedecemos el mundo será más justo. Nadie tiene derecho a someternos por cómodo ke sea permanecer sometido. Nadie nos obliga, nadie es dueño de la muerte.
(El tiempo nos lo podemos dar cuando una historia nos acoge -entonces comprendemos ke el mundo no empezó con nosotros-.)

Bajo la égida de la fe un programa en negativo ke nos kita voluntad. Conkistar nuestra voluntad es alcanzar una nueva fe, una ética, una nueva forma de amar, un Dios ke no es hombre ni mujer, ke no obliga... convoca.