sábado, 24 de octubre de 2009

linternas

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Lo que sigue es una transcripción de lo que nos dijo el maestro Dante Taparelli a un grupo que nos reunimos una noche, en los pasillos de la ciudad de los que ya no están...

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Imaginen principio de siglo XX. Un hombre con una hacienda, o quizás con un gran negocio, o quién sabe... un almacén. Un hombre con un único hijo en quién depositaba todo.
Por aquel entonces había pestes como la tuberculosis y tantas otras. Todavía la medicina siquiera conocía el concepto de antibiótico ni mucho menos.
Imaginen que su hijo muere a la temprana edad de 19 años.
¿Pueden apenas imaginar el dolor de ese hombre?
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En el cementerio de Rosario, mi ciudad, está entre los pasillos de esplendorosas esculturas esta tumba que vemos aquí abajo.


Una tumba sin símbolos religiosos. El que mandó a construirla seguramente estaba muy enojado con Dios. A todas luces alguien desgarrado... En el lugar donde irían ángeles o cruces, simplemente el rostro de su hijo amado. Arriba, al centro. Más abajo, vemos que lo acompañan mujeres, mujeres con fisonomías reales, con rostros de gente común; nada de ninfas ni de santos.
La escultura la trajeron desde Italia, tres años después del fallecimiento de este muchacho.







































Esta historia puede leerse en la roca. O imaginarse. Sólo con pasear por esos pasillos silenciosos.

¿Se dan cuenta la magnitud del vínculo que unía a este padre con este hijo? ¿Se dan cuenta lo que significaba para este hombre, y para esta gente, el dolor de una pérdida?
Comparémoslo con nuestros días, en que pareciera que lo que duele hay que ocultarlo. Que si tienes una opinión contraria al resto -por ejemplo en materia religiosa- mejor te callas, para que no pasar malos momentos, aunque las discordias perduren quizás para siempre. En estos días en que los padecimientos se esconden entre cuatro paredes y mejor ni te enteras cuando alguien está mal, no es cuestión que se contagie... En estos días que los niños juegan a dispararle en la cabeza a un "villano" para obtener 100 puntos o 1000, en una pantalla de video juegos. Ahora que los velatorios son cada vez más cortos y los finados se olvidan cada vez más rápido. En estos tiempos... en que el dolor de vivir se cura con aspirinas...

Cuentas las ancianas, que si tu suerte no está bien, eso puede remediarse colocando una flor en una tumba de un desconocido.

Si te detienes a observar y a escuchar con atención, las almitas que pululan entre todo esea piedra de granito y mármol, pueden contarte historias, darte consejos y quién sabe... quizás te hagan reflexionar un poco. Quizás dejes de fumar, o llames a alguien que te extraña o a quién extrañas, quizás
vivas un poco más intensamente este minuto que ya no volverá.


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