martes, 8 de septiembre de 2009

Vulnerable

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¿Para qué vives?

¿Para no defraudar a tus padres, a tu país, a tu escuela, a tu niñera, a tus perros y gatos?
¿Para pagar con sangre la deuda de tener sangre, carne, sueños?
¿Para qué te levantas cada mañana estando tan cerca de haber dejado de soñar sueños que no te pertenecen?
Sueños colectivos que preguntan en nombre de nadie...
Heredados de generación en generación.
cadena de tiempo en tiempo
¿No te tienta dejar de responder?
Te pregunto.

Ey tú
ahí del otro lado:
El que me habla y no me escucha
al que le hablo y no lo escucho,
(circuito cerrado de ton a son y de son a ton)
¿qué pasaría si dejo de responderte?
De
obedecerte.

a b c...
¿Aborrecerte?
¿Por qué crees que soy tan lineal?
No estoy aquí, estoy allá.
Hay un niño que me llama. Lo dejé encerrado dentro de un placard. No quería que viese esta horrenda realidad. En el placard hay sueños... con los que se puede alimentar y que puede soñar mientras yo
desinfecto
al menos un camino en este bosque circular para que pueda caminar hacia adelante.
Mañana estará listo.

No, no te aborresco. Te arbolesco.
Y Todo vuelve a empezar.
Y mañana nunca llega.
El suicidio es contagioso.
Los milagros sólo suceden cuando son inútiles.
Basta que advenga uno
para que los demás lleguen como mariposas.
Los caminos se le muestran a quién no puede verlos. Al sordo, en cambio, se le susurra al oído cosas obsenas para que sienta el aire,
cerca, muy cerca,
de una música que provoque su sonrisa.

El niño dentro del placard no debe ver estas cosas. No se debe dejar llenar la cabeza. No debe sufrir. No debe dejar que lo dejen.

¿Para qué vives?
¿Para qué soportas la orden ancestral?
¿Para quién te cuidas? ¿De quién te escapas?

El suicidio es irresistible cuando lo vives en alguien cercano.

¿Me dejas?
Si me dejas me mato. Si no me dejas te mato a tí. ¿Te matas? Entonces de tí me muero.
El suicidio está prohibido...
¿Pero quién puede juzgarlo?

La muerte llama y si lleva un rostro familiar se hace dificil no responder.
Encadenados a otras vidas.
¿Cuántas capas hay
antes que la muerte sea verdadera?

¿Cuántas pieles podemos disfrutar antes de que seamos un único esqueleto?

¿Estás ahí?
¡Responde!
¿Quién es el dueño de tus actos?
Y si no hay nadie del otro lado...
¿Con quién hablamos?
¿Para quién actuamos?
Si dejáramos de com-partirnos... ¿la muerte se haría Olvido?
El amor es simple.
Es una caricia, un compartir en una tarde de sol,
un refugiarse en una cama y una música suave,
un televisor encendido que nadie ve,
una mirada que un tercero no notaría...
El amor no exige sacrificios
y por eso es frágil.
(Si pudiera verlo un Dios sádico... todo este dolor tendría sentido.)
El amor es lo que queda de todo lo perdido.

Al niño del placard le siguieron creciendo pelos y uñas. Me lo dijo un emisario que llegó en un sueño. Aunque su olor ya no es el mismo, se hizo más intenso. Doloroso.

He construido una pared. Para que no me llamen más los muertos.
Les he perdonado y les he pedido perdón.
Pero no quiero olvidarlos y por eso dibujé sus nombres en la misma pared.
Cuando dejes de buscarlo aparecerá el milagro.
Los milagros no sirven para nada, no son útiles.
La vida no sirve para nada.
Ella reina, manda, demanda,
necesita...
Respondo al silencio:
en mi sangre las vibraciones y partículas de quienes me amaron
y que sigo amando en silencio.
He querido abrir el placard una y otra vez. De un solo tajo. Jamás tuve el valor. El niño sigue siendo demasiado pequeño e indefenso. No puedo dejar que salga de ahí. No es el momento ni el lugar.
Hay sangre en el labavo. El espejo está vacío. El reloj se detuvo.
El niño ya se habrá hecho sueño o ceniza cuando vuelva a verlo. Todavía me llama desde afuera. Desde arriba. Revoloteando. En las noches sin estrellas cuando el mundo se hace neutro.
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.. . .


¿Para qué vivo?
Para no tener que justificarme.
Para amar y agradecer.
Odiar si es necesario.
¡Y el milagro sucede!
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